La búsqueda científica para comprender los precursores asociados con los procesos sísmicos tiene una historia de más de 2000 años. Aristóteles mencionó el «pneuma», refiriéndose a la producción de extraños efectos atmosféricos antes de los terremotos. El término «pneuma» significa aire en movimiento o electricidad en el aire. Estos efectos atmosféricos, que aparecen como nieblas y nubes inusuales, han sido reconocidos como evidencia observacional de precursores de grandes choques sísmicos desde la época de Aristóteles, Plinio y muchos investigadores chinos medievales. Con el desarrollo de los sismómetros mecánicos, comenzó a observarse una amplia gama de otros parámetros asociados con la preparación sísmica. Esto ha hecho que el campo de la ciencia sea más intrincado y fascinante.

Los precursores de terremotos se basan en siglos de experiencia y observación de anomalías cerca de los epicentros de los terremotos. Estas anomalías incluyen cambios en los niveles de agua subterránea, apariciones repentinas de nubes y espectáculos de luces, comportamientos extraños de animales, aves y peces, cambios en la conductividad del suelo, anomalías geomagnéticas y gravitatorias, emisiones electromagnéticas, anomalías en el campo eléctrico atmosférico, aberraciones geoquímicas como emisiones excesivas de radón, hidrógeno, helio, dióxido de carbono, metano y otros gases y fluidos, y variaciones en las velocidades de las ondas sísmicas.